El pasado 18 de octubre, algunas voluntarias del Terral acompañadas por Carmen (que nos organizó todo el viaje fenomenal) y Evelyn, tomamos rumbo a Roma.
Fuimos a ganar el jubileo, pero también fue el “pistoletazo de salida” de los 25 años de Terral.
Fue un día intenso ya que quedamos en el aeropuerto a las 5: 10h, (cuando todavía no habían puesto las tiendas) y llegamos a las 21:30 h(cuando ya cerraban).
En este intenso día, hubo de todo, desde luego que rezamos por lo principal que nos traíamos entre manos: las niñas del Terral.
Al llegar a Roma habían alquilado dos furgoneta, una conducida por Donato (marido de Evelyn) y la otra por Montse García (voluntaria de Terral); esto nos dio mucha libertad para desplazarnos y para reírnos mucho en los trayectos.
Ganamos el jubileo entrando por la Puerta Santa, (con miles de peregrinos que habían), fue una gozada, después de ir por toda la Via della Conciliazione con una enorme cruz, que nos la íbamos pasando y mientras tanto recitamos salmos, cantábamos y rezábamos el Rosario… ¡conseguimos nuestro primer objetivo!
Anteriormente habíamos ido a la sede del Opus Dei, Santa María de la Paz, ya que fue su fundador, San Josemaría Escrivá de Balaguer, el que nos transmitió esa preocupación por todas las niñas, padres y voluntarias del barrio del Raval de Barcelona. Allí tuvimos una tertulia muy familiar , con el actual Prelado del Opus Dei, Don Fernando Ocariz.
Pudimos hacer preguntas, las que quisimos en un tono familiar, a las que nos fue contestando:
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- Nos pidió que rezáramos mucho por el Papa, León XIV, y todo lo que tiene entre manos y todo lo que le llega.
- Que tuviéramos una mente abierta y amplia para acoger a todas las gentes. El mundo es amplio y diverso, todo es nuestro, para evangelizar y llevar a Dios.
- Ser positivos, sonreír mucho y vivir con alegría.
- Fundamentar siempre todo lo que hacemos en Jesucristo, en la oración y la espiritualidad.
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Después de recibir una buena dosis de espiritualidad, decidimos alimentar el cuerpo.
Nos fuimos a comer a una terracita, como no, pasta y pizza italiana, como marca la tradición.
Y el helado se hizo de rogar pero, al final, lo conseguimos en el aeropuerto.
Y ya dispuestas para el regreso a Barcelona, aunque un poco cansadas, predominaba la alegría y la paz de esas horas pasadas en Roma.

Texto: Chelo Roa / Pedagoga (Voluntaria)
